Me llamo Alessandro, tengo 19 años y estudio filología inglesa en la Universidad de La Laguna. Parte de mi historia siempre me ha conmovido y apasionado la búsqueda de la libertad. Cuando tenía 15 años, pensaba que ser libre era ser independiente y hacer lo que más quisiera en cada momento. De hecho, siempre expresaba y seguía mis opiniones, sin importar que eso llevase a un conflicto con mis compañeros de clase, mis profesores, o mis amigos. De igual modo nunca me hice demasiados problemas al saltarme las normas para hacer lo que quería, llegando a ser amonestado por mi colegio. Siempre quise ser libre de moverme por la isla, e insistí intensamente a mis padres para poder tener una moto a los 17 años, una pequeña 125 con la que iba a donde quería en cada momento. Y hasta en lo más banal, siempre me he vestido, hablado y comportado como he querido, y cuando me lo han impedido, he protestado amargamente.
Sin embargo, el seguirme solo a mí mismo se ha tenido que confrontar con mi fe, mi pertenencia a la iglesia, y, concretamente, con mi progresivo seguimiento del movimiento Comunión y Liberación en el ámbito de la universidad. Yo he conocido y frecuentado este movimiento desde que tengo memoria, ya que mi madre pertenece al mismo, aunque solo en la universidad es cuando he empezado a seguir las propuestas de CL de una manera más comprometida e interesada. En el libro “El Sentido Religioso” (un libro escrito por Luigi Giussani, fundador de Comunión y liberación), que he estado leyendo y verificando en unos encuentros semanales, junto a un grupo de amigos universitarios, Giussani afirma que la experiencia de la libertad es la realización total de uno y el hombre será libre cuando su adhesión a Dios sea plena y total.
Cuando escuche esta definición, me vi algo provocado e interrogado, pues hasta entonces nunca me había planteado seriamente que era la libertad, si bien pensaba poseerla ya. Este último año con la ayuda de dichos amigos, he podido comprender mejor a que se refiere Giussani con esta “adhesión total a Dios”, y como coincide con una forma más plena de vivir. Concretamente, varios de ellos me invitaban a tomarme más en serio la asistencia a clase, que en la universidad no es obligatoria. Si bien yo pensaba que mi libertad estaba justamente en no ir a las asignaturas que me parecían pesadas, y quedarme en la cafetería, decidí fiarme de estos amigos, basándome en el afecto y la estima entre nosotros. Empezando a asistir a clase de una forma regular y seria he visto cómo se puede generar un encuentro y una relación tanto con compañeros y profesores, algo que me hace salir de cada clase siempre con una alegría de fondo, a pesar del cansancio y la fatiga que experimento. En este caso, la obediencia y el seguimiento ante la invitación de mis amigos, que nace del afecto que les tengo, me ha demostrado una forma más plena de estar en mi cotidianidad universitaria.
Del mismo modo, una forma de estudiar que implique la oración, o un modo de vivir el ocio y el tiempo libre en relación con la fe, y no solo con la mera distracción y el placer, son todos ejemplos de cómo esta obediencia y seguimiento a las propuestas del movimiento y de la iglesia se han traducido en una vida más plena y verdaderamente religiosa. Es justamente por esto que puedo afirmar ser más libre, más feliz y estar más cercano a Dios ahora, de cuando sólo hacia aquello que me parecía más conveniente y adecuado.