Normalmente el verano es concebido como tiempo de distracción, de relajación de las actividades habituales del día a día. Y es cierto, pero no del todo. El ser humano está hecho para la Eternidad y su descanso es distinto al del resto de la creación. Ahí están los datos que después de las vacaciones hay más rupturas familiares y matrimoniales que en ningún otro momento del año. El «exceso» del tiempo permitido nos arrastra al descubrimiento de los fantasmas ocultos en el día a día. También Jesús se retiró a la otra orilla para su descanso. Nosotros no descansamos meramente por frenar o implementar una actividad inusual en nuestra rutina, dígase ir a la playa o a caminar, etc.
Para el cristiano, que es relación constante con Dios, descansa cuando refresca la relación de amistad con El. Cuando estrecha ese cerco de intimidad con el buen Dios que nos rescata de la pequeñez y la sombría vida a la que nos adaptamos día a dia. Por eso, el verano es tiempo de la libertad, es el tiempo de buscar a los amigos, de buscar al Amigo que no nos falla, que no nos deja solos tampoco ahora en este tiempo estival. Con Dios todo, sin El nada. Con Dios aprendemos incluso a descansar pero también a amar, a disfrutar, a perdonar, a agradecer las cosas pequeñas como un bello amanecer o el gran hecho de existir.
Verano, tiempo de Dios; verano, tiempo para Dios.
Confirman su fe y renuevan su compromiso cristiano de amor y bondad
Cada vez que termina un curso de catequesis de Confirmación, salgo contento, pero con la idea que no ha sido suficiente para estos chicos, es entonces cuando tengo conciencia de que, el que construye es Otro, quizás yo no vea lo que ha ocurrido en algunos de ellos en...