Normalmente el verano es concebido como tiempo de distracción, de relajación de las actividades habituales del día a día. Y es cierto, pero no del todo. El ser humano está hecho para la Eternidad y su descanso es distinto al del resto de la creación. Ahí están los datos que después de las vacaciones hay más rupturas familiares y matrimoniales que en ningún otro momento del año. El «exceso» del tiempo permitido nos arrastra al descubrimiento de los fantasmas ocultos en el día a día. También Jesús se retiró a la otra orilla para su descanso. Nosotros no descansamos meramente por frenar o implementar una actividad inusual en nuestra rutina, dígase ir a la playa o a caminar, etc.
Para el cristiano, que es relación constante con Dios, descansa cuando refresca la relación de amistad con El. Cuando estrecha ese cerco de intimidad con el buen Dios que nos rescata de la pequeñez y la sombría vida a la que nos adaptamos día a dia. Por eso, el verano es tiempo de la libertad, es el tiempo de buscar a los amigos, de buscar al Amigo que no nos falla, que no nos deja solos tampoco ahora en este tiempo estival. Con Dios todo, sin El nada. Con Dios aprendemos incluso a descansar pero también a amar, a disfrutar, a perdonar, a agradecer las cosas pequeñas como un bello amanecer o el gran hecho de existir.
Verano, tiempo de Dios; verano, tiempo para Dios.
“MIRAD, ALGO NUEVO ESTÁ BROTANDO ¿NO LO NOTAIS?”
Bajo el lema diocesano “MIRAD, ALGO NUEVO ESTÁ BROTANDO ¿NO LO NOTAIS?”, queremos iniciar el camino del Adviento 2024 que nos conducirá, no solo a celebrar y vivir los misterios del nacimiento e infancia de Nuestro Señor Jesucristo en la cercana Navidad, sino que nos...