Esta es la llamada a la Vida, a la Alegría, a la Esperanza, a la Paz, a todo lo que ansia el hombre, en una palabra: a la Felicidad. Es la llamada para que el Cielo descienda y lo vivamos aquí y ahora, en nuestro corazón, en nuestro acontecer diario, en nuestra vida mortal para trascender a la Inmortalidad, a la Eternidad. Es una llamada que hace nuestro corazón, nuestra alma, a su Hacedor, a nuestro Creador, al Amor! Una llamada que de inmediato tiene respuesta y la descubrimos, la verificamos, la saboreamos y nos despierta el alma y toda nuestra fibra dormida o anestesiada por el atropello en que vivimos.

¡RUAH! ¡VEN ESPÍRITU SANTO!
Le dijo Jesús a sus apóstoles: «Ahora yo voy a enviar sobre ustedes lo que mi Padre prometió. Permanezcan, pues, en la ciudad hasta que sean revestidos de la fuerza que viene de arriba..» (Luc.24. vers.49). Jesús conocía la pobreza de sus discípulos como conoce la nuestra ahora, conoce lo poquita cosa que somos todos los hombres, los que están en candelero y los que están en la sombra, los maestros y los discípulos, la jerarquía y los laicos, los habladores y los callados, los altos y los bajos….etc. Pero Él, que es Misericordia y ternura, al igual que hizo con sus apóstoles, nos viene a asistir y sopla sobre nuestros «huesos secos» Vida a raudales, Vida en abundancia, Vida autentica! Nos da su Espíritu! Dios comparte, de esta manera, su Divinidad con el hombre. El Espíritu viene a nuestra debilidad y engrandece el alma, se hace Uno con nosotros si lo llamamos, lo dejamos y lo aceptamos. Entonces es cuando podremos decir, como Maria: «hágase en mi según tu Palabra». Así se encarnara y se hará Vida en nosotros.

¡RUAH! ¡VEN ESPÍRITU SANTO!
El Espíritu de Dios viene en nuestra ayuda y cuando uno le dice SI comienza a hacer Camino, Verdad y Vida en cada uno de nosotros. ¿Que quiere decir eso? pues que nos va cepillando, puliendo, esculpiendo y embelleciendo hasta hacernos semejantes y reflejo de Jesús, o sea nos va santificando para que así Jesús nos presente al Padre y el Padre vea a Jesús en nosotros. Que maravilla la obra de Dios en nosotros, los pequeños y débiles mortales! Pero ese es su empeño: que vivamos su presencia y el cielo en nosotros. ¿Cómo, si no fuera así, podríamos evangelizar, anunciar, testimoniar y gritar que Jesús vive y es el Señor?

¡RUAH! ¡VEN ESPÍRITU SANTO!
«Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido, como el de una violenta ráfaga de viento, que lleno toda la casa donde estaba y aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y fueron posándose sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu le concedía que se expresara.» (Hech.2- vers.1 al 4). Los apóstoles salieron de sus miedos, temores, complejos, ignorancias, en una palabra, salieron de si mismos y se abrieron a los demás. Esa es la invitación que nos hace también, aquí y ahora a cada uno de nosotros, pues Él siempre trae novedad a nuestra vida, nos hace nuevos, nos quita el aburrimiento y el hastío, nos rejuvenece y levanta nuestra cabeza. La fuerza y la ternura de Dios es el principio que nos sustenta. El Espíritu Santo es nuestro compañero en la soledad, es el que crea la intimidad con Dios. El Espíritu es el perfume y el ungüento, es la respiración de Dios sobre nosotros, que nos penetra y, a su vez, sale de nosotros para los demás. Tenemos al Espíritu Santo dentro de nosotros desde el bautismo, pero lo tenemos arrinconado e ignorado. Hay que resucitar y avivar esta llama del bautismo. Hay que tener experiencia con Él y para Él. Tenemos que relacionarnos con Él e invocarlo, llamarlo con el corazón varias veces al día. El Espíritu Santo son las corrientes de Amor que hay entre el Padre y Jesús y Él nos invita a introducirnos en ese Amor. Estamos en la era del Espíritu Santo pero es el gran desconocido. Muchos si lo conocen teóricamente, pero da un paso al frente y lanzate a esas corrientes frescas de Vida y Amor. Solo así lo conocerás y vivirás feliz en Él. Comenzarás a vivir en el Espíritu como todos los enamorados y serás testigo de Jesús, pues Él es que hace que tu corazón, se enamore y aceptes a Jesús como tu Salvador, como tu Señor.
¡RUAH! ¡VEN ESPÍRITU SANTO!